Le masque baudelaire
INTRODUCCION
Este epígrafe debiera ir precedido y cerrado por el doble signo de la interrogación. Porque, ¿qué es, rigurosamente hablando, este arte que llamamos romano? Trasladando la pregunta a su propia raíz, cabe también comenzar con esta otra interrogación: ¿Hubo, en verdad, un arte específicamente romano diverso y distinto del griego, como lo fue éste del egipcio o del mesopotámico? El solo enunciado de estos problemas evoca al punto los varios juicios y las distintas opiniones que desde Winckelmann hasta hoy, pasando por Wickhoff, Strzygowski y Riegl, se han emitido sobre este problema, por resolver de un modo para todos convincente. Entrando en el fondo de la cuestión, formulemos esta otra pregunta que parece pudiera ser definitiva: ¿Se hubiese producido el arte que llamamos romano sin el antecedente necesario del griego? La respuesta evidente es un no rotundo. Pero esta negación no permite deducir forzosamente que el arte romano, aunque con el precedente obligado e inevitable del griego, no haya podido ser un arte independiente en si mismo por el modo que el Renacimiento, inconcebible sin el anticipo del arte clásico, pudo ser -y fue- un arte totalmente distinto de aquél. Conviene además advertir que el problema no consiste en determinar las dosis de arte griego discernibles en el romano, sino si éste logró crear formas y conceptos específicamente romanos, diversos y distintos de los existentes en la Hélade; es más, diversos y distintos de los que en iguales circunstancias hubiese podido crear el arte griego de la Hélade. Cualquiera que sea la posición que se adopte para enfocar y solucionar el problema, habrán de tenerse siempre en cuenta dos factores esenciales, sin cuyo justiprecio sería inútil buscar la clave. Y son: que el arte romano se produce cronológicamente después del griego y que espacialmente se desenvuelve en áreas muy distintas que aquél.