Esta historia trata de un drogadicto que, en falta, esperaba en la calle la ocasión de robar, a una persona que pasaba por ahí, su dinero para poder comprar su dosis del día. Una mujer pasa en la calle, el joven chico saliente de su escondite y le robo sin bolsa. Esta escena fue tan rápida como ninguno de ambas personas vieran la cara de la otra. Cuando se encontró lejos del lugar donde encontrarse la persona que había robado, tomó la cartera que encontrado dentro de la bolsa antes de echar a último por tierra. Miró luego lo que había en el interior y encontró suficiente dinero para comprar su dosis del día pero encontró también varias fotos entre las que estuvo una donde se vio él con su madre y se dio cuenta que la mujer que había robado en seguida no era otra que su madre.
La misma tarde, cenarle, la madre le contó a su hijo y a su marido su agresión. El hijo, vergonzoso, guardó el cabizbajo y fijó su plato porque sabía que le era el agresor. No se atrevía tampoco a reconocer lo que había hecho porque en el mismo momento su padre dice que si coja al chico que había hecho, zanjaría el problema a base de palo.
Una tarde, el padre encontró al drogadicto que había robado a su mujer y comenzó a cocearle de golpes. Es sólo en el momento en el que la policía llegó que el padre visto la cara de la persona que estaba golpeado, alumbrado por los faros de los coches policía. Vive mientras que el drogadicto no era nadie más que su propio