La fotografia eduardo lago
Ben quería mostrarme una foto de mis padres. La había guardado durante todos aquellos años y por fin había llegado el día de enseñármela. Dudé antes de decirle que me daba miedo verla. No quería que se abriera ante mí aquel abismo, pero Ben ¡insistió en que tenía que hacerlo. Son tus padres, dijo. Lucía me cogió con fuerza de la mano. La verdad existe, independientemente de que tú quieras aceptarla o no. De nada sirve negarse a reconocerla. Por fïn acepté, entre asustado (1) y curioso. Tenía ganas de llorar, pero no podía. Al cabo de una eternidad me decidí a alargar la mano.
En la foto se ve a una pareja. Los dos son muy jóvenes. Ella tiene diecinueve años, le oigo decir a Ben. Él algo más, tal vez veinte, veintiuno como mucho. Contemplo la imagen desde una distancia infinita. Me parecen los dos muy atractivos y llenos de vida. Él está vestido de miliciano (2), muy sonriente, y ella lo tiene cogido del brazo. Es un chico muy delgado, moreno, de rostro afilado y nariz recta, bastante apuesto (3). Tal vez sea mi imaginación, pero se les ve muy enamorados, sobre todo a ella. Está visiblemente embarazada (4). De mí. Tiene los ojos grandes, muy negros, algo tristes, y una de las manos apoyada en el vientre. Él tiene un pie encima del poyete de una fuente de piedra en la que se puede leer República Española, 1934.
No son mis padres, eso fue lo que dije, mirando a Ben y a Lucía. Mis padres sois vosotros. Me sentí muy tranquilo después de decir aquello y se me quitaron las ganas de llorar. Seguramente ellos estaban pasándolo peor que yo. Le devolví la foto a Ben, porque no sabía qué hacer con ella. Era evidente que me la había dado para que me la quedara (5), pero no se atrevía a decirlo. Por fin afirmó:
Es tuya. Llevo años esperando el momento de dártela. Te ruego que la aceptes.
Me resultaba sencillamente imposible. Me daba miedo tocar la fotografía. Me quedé como estaba, sin decir palabra.
Está bien, como quieras, dijo Ben. Para él también era un