Habermas en 12.000 palabras
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Habermas ha sido siempre un autor muy considerado por su implicación política y a la par intelectual. Es algo que se ve desde sus principios académicos, cuando empezó a cuestionarse la limpieza del discurso de Heidegger y se unió, invitado por Adorno, a la Escuela crítica de Frankfurt. Entre otras cosas, Habermas simpatizaba especialmente con la actitud de desconfianza de esta Escuela frente a los discursos aparentemente “neutros” de la ciencia social positivista. No obstante, Habermas discrepaba con el pesimismo de sus maestros Adorno y Horkheimer acerca del proyecto “emancipador” del hombre. Éstos calificaban dicho proceso ilustrado de fracaso civilizatorio, basándose en la experiencia de los regímenes totalitarios y la deriva represiva del liberalismo individualista. Para Habermas, esta decepción debe ser en todo caso un estímulo para replantearse el concepto de “racionalidad” que insufla vida al proyecto emancipador y proceder a la elaboración -aunando los esfuerzos de las diversas ciencias sociales- de una crítica normativa y una teoría de la racionalidad que fundamente correctamente dicha praxis, una teoría que reconstruya los principios institucionales y normativos de la democracia liberal: una teoría de la razón comunicativa.
Aunque desde sus comienzos partió de un análisis marxista, denunció sus carencias para analizar las estructuras del capitalismo moderno y las pretensiones autoritarias del “marxismo oficial”. Habermas considera que la crisis de legitimación de las democracias liberales se debe a una falta de cumplimiento de los ideales regulativos que están indisociablemente unidos a éstas, pero no cree que el marxismo contemporáneo pueda dar cuenta de una solución a esta tensión entre “ser” y “deber ser” debida al conflicto entre libertad privada del capital y la necesidad de intervención del Estado que ha conducido a la reducción de la democracia a “tecnocracia”. Aunque las democracias capitalistas manifestaron tener una capacidad de adaptación