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Todos estos lugares resuenan en el acento del rabino que se ocupa de guiar a las mil familias adscritas a su templo, cercano al metro Iglesia. Un edificio de 1968 en el que no hay mucho movimiento. 'Ahora, la mayoría de las familias viven en la zona norte, ya que las parejas jóvenes buscan casas con piscina y jardín', explica el rabino que da clase los domingos en el único colegio judío de Madrid, en La Moraleja.
La sinagoga está en obras y, rodeado de ruido, Bendahán saluda con un leve movimiento de cabeza. 'Somos una comunidad pequeña en una ciudad grande, unas 4,000 personas, nada que ver con los 700,000 judíos de París o los 250,000 de Londres', dice. 'Al ser pocos, a veces no es fácil ser judío en Madrid, pero el que quiere puede'. 'Por la calle un kipa sigue despertando extrañeza', explica tocado por la pequeña gorra litúrgica, pero sin los tirabuzones tradicionales.
Nieto y hermano de rabinos, Bendahán es un hombre serio. Opina que Woody Allen es 'un genio que se define como ateo'. La comunidad judía que dirige es ortodoxa (como las otras siete congregaciones de Madrid, donde solo hay una más cercana al reformismo). Los ortodoxos siguen 'a rajatabla' los principios del Pentateuco y las leyes del Talmud. 'No robarás es no robarás, no se puede flexibilizar para adaptarse a los tiempos', dice. 'El hombre ha construido rascacielos y viaja en avión, pero interiormente no ha cambiado. Si lees la Biblia y